Si la guionista de Algo pasa en Las Vegas y el guionista de La Favorita se unen para escribir un guion, auspiciado por Disney, sobre la ignominiosa Cruella de Vil, el producto resultante es, cuanto menos, para tener en consideración. Y si, además, el cineasta elegido para llevarlo a imágenes es Craig Gillespie, director de Yo, Tonya, la curiosidad se agranda.
Es tiempo de blanquear villanas y villanos de antaño: empoderarlas, darles cierto aire glam y justificar sus viles actos; ya sean desollar preciosos cachorros para perfilar gabanes o matar a los padres de Batman. Si el cine está hecho de conflictos, los héroes y sus sensibilidades no abonan el terreno y, aun así, se ha tardado años en enfatizar malhechores.
El problema es que todo esto ya es fórmula y, como Todd Phillips lo ha hecho mayúsculo y premiado, hay que subirse al carro. El espectador lo demanda y el algoritmo marca secuencias. Dicho lo cual, destacar que Cruella es, a pesar de sus excesos videocliperos, de su extenso metraje y de la obsesión parricida de Disney, una película disfrutable y de Shazam prevenido. El gamberreo avainillado se compensa con ritmo, notable duelo de actrices y un cosmos fashionable entre Alexander McQueen y Vivienne Westwood. No es memorable. No es novedosa. Es correcta, elegante y está bien hilvanada.
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