(ALMAS NEGRAS) Esta vez los encargados de retitular el cine para su emisión española han optado por ubicar geográficamente los hechos. Su título original define personajes y de eso se trata. De claroscuros. De sentirse fuera de lugar en tu propio entorno. De escoger. Quizá los encomendados a la extraña labor de reinterpretar los títulos debían haber segmentado todavía más y llamar al film ‘Ndrangheta. Esta mafia calabresa, tan enraizada en su punto de origen y tan poderosa como menos conocida que sus acreditados vecinos, se exhala en cada plano de forma penetrante. Una de las principales características de este violento clan es su método de reclutamiento, pues sigue un criterio de correlación sanguínea que crea una penetrante unión familiar. Sí, “la familia”, que diría el Padrino con voz ronca mientras acaricia su gato, pero con mucho menos romanticismo. Ninguno.
“La Mafia para mí estaba impresa en los rostros de las personas y se respiraba en el polvo de mi pueblo” fue el comentario de un mafioso (indefinido) al periodista de La Repubblica y escritor Attilio Bolzoni, autor, entre otras, de la famosa novela Il Capo dei Capi. Desde El poder de la mafia (1962), extraordinaria obra de Alberto Lattuada con guión de Rafael Azcona y Marco Ferreri con la que Calabria guarda ciertas similitudes, no veía una película donde se percibiera tanto el alcance de la mafia en la idiosincrasia de un lugar. Cada secuencia se envuelve de un halo tan de inquietud como de normalidad que solo deben de conocer los que conviven a diario tanto con el crimen organizado como con el aire que respiran.
Los tres hermanos Carbone son parte de las almas negras que campan por un pequeño municipio Calabrés. El hermano mayor es el único que ha elegido mantenerse al margen de las inquietudes criminales del resto de su familia y vive permanentemente en el pueblo que le vio nacer. El problema es que su hijo Leo prefiere irse con sus tíos, que ahora viven en Milán, ya que no sólo no miran la hora a la que llega a casa o las amistades que frecuenta, sino que son asquerosamente ricos, van en coches de lujo y, sobre todo, se les tiene respeto. Son los capos de una familia de la ‘Ndrangueta.
Los cosmopolitas primeros instantes de Calabria son los únicos que nos aportan algo de aire al significarnos que nos encontramos ante una obra de género: reunión en Ámsterdam con un narco colombiano, respeto a la palabra y matones de fondo que nos marcan el contexto. Pero hechas las presentaciones, el realizador Francesco Munzi nos va llevando a la raíz. Ya nada es internacional, nos vamos a una Italia sin turistas, sin patrimonio cultural y sin trattorias, a un lugar hermético y arraigado en su propia identidad donde los instintos son primitivos y las venganzas forman parte de su herencia. En ese lugar, donde el color negro impera en la vestimenta y en las almas, los personajes, magistralmente definidos, y los diálogos, llenos de contenido, nos demuestran que no hay que mirar las violentas disputas entre clanes familiares sino dentro de la propia familia.
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