(EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO) Sinceramente estaba algo predispuesto a ver una película repleta de toques modernos pero vacíos, diálogos sacados de la verborrea de un guionista de Dawson crece, movimientos de cámara de alguien recién salido de la escuela de cine que no quiere hacer cine de escuela y personajes desgarradores y con inclinaciones suicidas. Además, conocía a su polémico director por una película llamada The brown Bunny, donde Chloë Sevigny le hace una explícita felación (¡vaya! el corrector ortográfico del Word no reconoce las felaciones, pues eso lo arreglo yo ahora mismo. Además no tengo línea editorial marcada y supongo que puedo decir mamada) Pues eso, conocía a Vicent Gallo por varias películas que hizo como actor y por la de la mamada de Chloë Sevigny (mamada sí lo reconoce). Pero, mira tú qué cosas: la peliculita me atrapó. Me pareció que es todo aquello que espero del cine independiente.
Estamos en Buffalo y no es el año 66, Billy Brown acaba de salir de la cárcel después de cinco años y se dirige a ver a sus padres, a los cuales les ha tenido engañados diciéndoles que trabajaba para el gobierno en un proyecto secreto y que, además, se había casado con una hermosa joven. Desesperado por impresionar a sus progenitores y por encontrar un aseo donde aliviarse —genial secuencia inicial donde parece que Billy no ha ido al baño durante toda su estancia en prisión—, decide impulsivamente secuestrar a Layla para que se haga pasar por su amada esposa.
Una historia que es tan cruda como bien hecha, tan grata como ingrata y tan personal como hecha para gustar. Vicent Gallo está perfecto y eso que toda la película gira alrededor de él, y no sólo delante de las cámaras, porque, además del protagonista, es el director, el guionista y el que hace la música. Una curiosidad: en The Brown Bunny (la de la mamada) es también el productor, el director de fotografía, el montador, el director artístico y de arte, el diseñador de producción, el maquillador, el que se encarga del diseño de decorados y uno de los operadores de cámara. Además de Gallo, hay que destacar a Christina Ricci, neumática y espectacular; los tres minutos de Mickey Rourke, operadísimo y contundente; Ben Gazzara, el padre ex cantante y bipolar, y a Anjelica Huston, obsesionada por el fútbol americano y por, por… por nada más.
La película está llena de comunicación no verbal y de recursos muy interesantes: Los flashbacks están afinadamente instalados en la narración de la película y de forma original. El protagonista es gris por dentro y por fuera, pero con unos botines rojos que no puedes dejar de mirar y que parecen la evolución sin tacones ni glamour de los chapines de Dorothy; quizá Billy necesite valor, Layla un corazón y su amigo Bobo un cerebro. La única valla publicitaria que aparece en todo Buffalo es de una campaña de donación de órganos. El inesperado y muy bien resuelto final me confirmó que no estaba ante una cinta indie al uso. Y a positivar, sobre todo, la secuencia de la cena de presentación de la recién secuestrada esposa de Billy ante sus padres, donde mediante unos extraños pero antológicos planos podemos contemplar todos los puntos de vista de los sentados alrededor de la mesa.
Y por último, quiero poner Buffalo 67, la secuela de la película de Vicent Gallo, que no es otro film, sino una canción de Giménez e Hijos:
3 Comments
¡Necesito una dosis de «indie»! ¡Me la apunto!
Buena crítica positiva, pero lo que has conseguido es que quiera ver a toda costa la de Brown Bunny antes que la de Buffalo 66. Y todo por la mamada de Chloe Sevigny. Por morbo. Por supuesto.
P.S. ¿Por qué no a positivar Inside Deep Throat?
P.P.S. Malditas conexiones mentales: se supone que esto iba de cine y ahora sólo visualizo a Chloe con Gallo haciendo marranadas…
Sin duda una de mis películas favoritas. De Vicent Gallo una no puede más que quitarse el sombrero ante esta pedazo película. Es un genio. En cuanto a los botines rojos comparto eso que no puedes dejar de mirarlos. Un 10.