(PODEROSO CABALLERO) No estaba muerto, que estaba cogiendo carrerilla. Si ya se oía en los círculos cerrados y desconfiados: que es demasiado fecundo para salir a proeza por añada, que se refrenda constante y displicentemente rotando sobre su eje, que su periplo europeo le estaba sentando mal —Mach Point mediante—, que se volviera a dar paseos por las calles de Manhattan y se dejara de coliseos. Es Woody Allen. Y supongo que todos los años se reserva el mismo tiempo para escribir. Claro, y unas veces le sale algo bueno y, otras, algo grande. Sí, no soy objetivo, ¿algún problema? El tío es automático y metódico. Y por lo que veo, nunca ha acabado un guión y ha dicho: “éste no me gusta, me espero al año que viene”. O igual sí lo ha pensado, pero enseguida reacciona: “… ¿y si la gente se piensa que me he muerto? No, este otoño también habrá una de Woody Allen. Además, los créditos ya sé cómo hacerlos”. La de 2013 lleva por nombre Blue Jasmine. Un peliculón. He dicho.
Jasmine encontró su lugar en el mundo junto a Bernard Madoff —aunque creo que en la película se llama Hal—. Pero de repente, comido y bebido, ha perdido su dinero, sus casas, sus aviones, sus fiestas con pianista y Moët, sus limusinas de cristales tintados que no muestran el interior pero que reflejan los excesos, sus viajes por Europa, sus miradas a otra parte, su sobriedad y su cordura. Ha perdido el este y debe irse al oeste. Junto con su hermana. A que le acojan en un apartamento del tamaño de uno de los quince cuartos de baño que tenía en su mansión. Eso sí, antes muerta que sencilla, y para bajar a la clase obrera, volará en primera clase. A partir de ahí, empieza la nueva vida de Jasmine (nacida Jeanette) y la nueva película de Woody Allen (nacido Allan Stewart Königsberg).
Blue Jasmine es una película dura, triste, seria y con un guión de los de enseñarse en las escuelas. Obviamente, nos reiremos en algunos momentos; aunque quizá no haya sido la intención del director. La película discurre del este al oeste, de la opulencia a la estrechez y del presente al pasado, construyendo una historia sin fisuras y sin adornos superfluos. No parecen ni flashbacks; cuando necesitamos información, ésta aparece como por arte de esa magia que sólo los buenos encantadores saben practicar. No hay chistes cultos de la clase alta neoyorquina, ni referencias a Dios o a Cole Porter, no hay cenas en el Upper East Side, ni óperas que te incitan a invadir Polonia. Pero hay Allen. Sus destellos asoman invariablemente. Y la sonrisa, esta vez, es piadosa hacia los personajes. No se salva ninguno.
Cate Blanchet (que si el Oscar y bla, bla, bla) está magnífica. Su personaje está afinadamente definido y ella lo hace sugestivo: te da asco, te da pena, te da risa y te enamora (bueno, esto último es porque está buena). Una protagonista total que debe inventarse un futuro junto a su hermana la del “pueblo” de San Francisco y volver a unos orígenes que siempre rechazo. Una protagonista total que también vemos desenvolverse perfectamente en su rica existencia en Nueva York. Una mujer en dos mundos diferentes que la actriz hace creíble: son la misma persona, la rica y la pobre. Su hermana, la actriz inglesa de Happy: Un cuento sobre la felicidad, hace de contrapunto noble y desorientado perfectamente. Al igual que las parejas de ésta: su gamberro novio y su exmarido. Este último, atención al dato que parece que toda la crítica ha pasado por alto, es Andrew “Dice” Clay. ¿Cómo que quién es? Pues Ford Fairlane, el detective rockanrolero. Y me llamaban garrulo y friki por haberme fijado en él. Pues Woody Allen también. No todo va a ser jazz y películas de Bergman.
Eso es Blue Jasmine. Una obra situada en el contexto actual que trata todas las crisis. De fondo, la crisis mundial. De cara, la crisis personal. Asimismo, nos ofrece tantas clases de entes, que parece mentira que en noventa y ocho minutos la cosa no se aculebrone. A saber: estafadores, mentirosos, políticos, casados, universitarios, separados, poderosos, celosos, parados, padres, novios, viudos, empresarios, cajeros, abogados, cotillas, monitores de gimnasio, hijos, acosadores, jornaleros, alcohólicos, diplomáticos, profesores, infieles y un dentista. Todo ello, ovillado por Jasmine French. Una patética mujer que, ayudada de pastillas y vodka, nos enseña su antes y su después. Sobresaliente. El año que viene más.
3 Comments
Soy fan de Woody Allen. A mí Woody Allen no me debe nada. No le pido nada. Yo le debo mucho. Dicho esto…
No me encantó ‘Blue Jasmine’. Tiene todas las virtudes que «positivas», pero le falta garra. Tiene mucho Financial Times y mucho ‘Un tranvía llamado deseo’, pero le falta Woody Allen. En cualquier caso, ésta es «la buena» de Woody Allen después de ‘A Roma con amor’, de eso no hay duda.
SÚPER SPOILER: La película está a punto de tener un final feliz para Jasmine e infeliz para su hermana. Eso me habría gustado más, se habría acercado más a la realidad, donde los corruptos siempre se abren camino y los pobres, pobres son.
Primicia: el otro día fui al cine. Y elegí ésta. Casi se me escapa un grito cuando caí en la cuenta de quién era el exmarido de la hermana. Ese runrún, lo tengo en la punta de la lengua… ¡Hostia! ¡Ford Fairlane! Woody lo ha clavao: el casting, el guión… Peliculón, ciertamente.
Una versión,una inspiración….? de Blanche de Dubois, Stella y Stanley, no he podido dejar de pensar en Un tranvía llamado Deseo y me ha encantado.