(MÁS DE LO MISMO ¿Y QUÉ?) Fui a ver la película porque Woody es uno de esos directores a los que no les fallo casi nunca porque él casi nunca me falla. Acudí a la sala con ciertas reticencias debido a las malas críticas de conocidos e incluso de desconocidos. Pero está claro que ecuánime no soy cuando hablamos de figuras como el director neoyorquino. Incluso me gustó El sueño de Casandra. Así que, después de poneros en antecedentes, empezaré mi crítica, carente de toda objetividad, de A Roma con amor. No te jode, como si las críticas fueran algo subjetivo.
Todos tenemos claro que es en Manhattan donde Woody Allen se desenvuelve mejor. Pero si nunca se hubiera ido de turismo cinematográfico nos hubiéramos perdido esa joya llamada Match Point, esa encantadora peliculita llamada Midnight in Paris o ese controvertido y fresco film llamado Vicky Cristina Barcelona. Era casi lógico que se detuviera en el país transalpino para hacer su particular homenaje a uno de los cines que más le gustan y era casi lógico que hiciera una película contada en episodios independientes.
Estos son los capítulos. Uno: un matrimonio viaja desde Estados Unidos a Roma para conocer a su yerno y a sus consuegros. Dos: un italiano se despierta famoso sin saber por qué y es acosado por la prensa y los fans y deseado por todas las bellas mujeres italianas. Tres: un afamado arquitecto norteamericano conoce a un estudiante de arquitectura y se le convierte en el angelito ese que te sale en el hombro junto a un demonio cuando estás en un conflicto. Cuatro: una recién casada, de viaje en la ciudad eterna para conocer a los familiares de su esposo, se pierde por las calles de Roma creando dos nuevas historias; la de ella y la de su marido.
Una mini-crítica de cada episodio. Está claro que los mejores diálogos, los mejores gags y la mejor secuencia los ha dejado el señor Allen para el capítulo en el que él es uno de los protagonistas. En esta historia aparece la mejor secuencia (A positivar) de la película: una ópera donde el cantante principal va dentro de una ducha porque solamente ahí puede cantar bien. El fragmento, interpretado por Benigni, donde un italiano se hace famoso de la noche a la mañana, es divertido pero también es el más repetitivo. Aunque a su favor comentaré que una persona italiana me comentó que es un fiel reflejo de la sociedad de su país, donde te hacen famoso simplemente por salir un poco en la tele y, de repente, ya no eres nadie (ampliable a nuestro país). La de los arquitectos es la historia más woodyalinesca: la femme fatale que hace plantearse la idealización de una feliz pareja, la infidelidad, los diálogos culturales, el conflicto generacional, la mala conciencia y todas esas cositas que Allen ha estrujado al máximo en sus guiones. Aunque, eso sí, no ha aprovechado para nada el decorado elegido para rodar A Roma con amor y podría haberla ubicado perfectamente en el Upper West Side. Y la última de las historias es donde se hace más homenaje al cine italiano. Vemos el rodaje de una película y aparecen, haciendo de ellos mismos, Ornella Muti y Antonio Albanese. En este episodio es donde hace su papel la actriz más italiana de todo el reparto y la que parece que mejor se lo ha pasado rodando: Penélope Cruz.
Yo he avisado. Alejada de las grandes películas de Woody Allen, A Roma con amor es más de lo mismo. ¿Y qué?
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