Los jóvenes lo saben todo. Se indignan por las desigualdades y las injusticias y, sin embargo, interiorizan demasiado sus propias luchas. Eso es lo que les pasó a Eze, Celeste, Marcos y Marta. Compartieron piso durante ocho años, pero no fue hasta el día de la despedida del hogar de las locuras y el desenfreno que decidieron ser sinceros. El alcohol, las drogas, el calor, la pronta separación y un juego llamado —igual que la película— ¿a quién te llevarías a una isla desierta? hicieron emerger un efluvio de afrentas y malos rollos guardados que acabaron por definirse como desconocidos.
Adaptación de una obra teatral, escrita por el mismo realizador de la película, la narración avanza con unos diálogos que en unas ocasiones resultan naturalistas y en otras excesivamente declamados, supongo que debido a su origen escénico. Aún así, el golpe millennial, que discurre entre la seguridad de la excesiva preparación y la inseguridad de un futuro incierto, entre egos y sobriedades, entretiene por la comodidad del sofá de casa (la película es un estreno de Netflix), un montaje interesante y unas actuaciones consistentes. La película de Jota Linares no me dejó poso como El club de los cinco o Historias del Kronen, más de mi generación… pero quién soy yo para criticar; si, como bien decía Oscar Wilde, “no soy tan joven como para saberlo todo”.
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