(DE COSTUMBRES) Eso comentan por ahí. Que además de la guerra civil, tenemos cine de extrarradio. Que ya no son tan quinquis como antes. Que los escenarios se mantienen y las drogas se ablandan. Que parece que Barrio, El truco del manco, Siete vírgenes, El bola, Hermosa juventud, los chicos del puerto y bastantes más películas de jóvenes de familias desestructuradas, grafitis por doquier y viviendas con descampado al fondo se proyectan con frecuencia. Que los conflictos de arrabal aportan similares y tragicómicos diálogos. Que somos amigos hasta la muerte. Y Claro. Luego llegan los franceses y su cine de aulas conflictivas con vocacional y entregado profesor y no sólo nadie opina al respecto, sino que les montan ciclos en festivales. Es neorrealismo patrio. Es nuestra jerga. Es una cantera de actores sin serie juvenil en el currículum. Ha llegado otra más. Se llama A cambio de nada, y si van a venir más películas como ésta, bienvenidas sean.
Ya no comparo más. Si miras en los espejos, verás la imagen de Daniel Guzmán reflejada: detrás de la cámara y delante del guión. Sin denuncia evidente, sin rollo panfletario, sin porros ni litronas. Los personajes, excelentemente definidos, te ayudan a entender el porqué de todo. Las miradas, los silencios, obviamente los diálogos y hasta el simple apagar la lámpara de la mesita de noche tienen contenido. ¿Y qué nos cuentan?
Unos días en la vida de Darío que, junto a su amigo del alma Luismi, hablan de búsqueda y catarsis. Para Darío, los dieciséis años es edad de espiar a las vecinas, de no estudiar y de jugar a la consola. Pero también es tiempo de darse cuenta de que prefiere huir de una casa de progenitores distanciados y montarse una nueva familia con hermano (Luismi), con padre (Caralimpia: delincuente y prototipo) y con abuela (Antonia: incansable y donadora de paz).
Una película que, como su título, no pide esfuerzos y además aporta, se entiende —buen sonido— y entretiene. Con la amistad en primer plano y diferentes subtramas lógicas y perfectamente incrustadas. Con grandes momentos: a positivar la secuencia de la reunión del director del instituto con los padres de Darío, ejemplo de comunicación no verbal. Y con una fluidez, una sencillez y una naturalidad que se agradecen.
Interesante, para finalizar, el anacronismo voluntario: suenan los primeros discos de Julio Iglesias, el porno no está en las pantallas sino en el papel de las revistas y los wassaps para quedar se sustituyen por llamadas al telefonillo. Ahora que lo pienso, estos adolescentes no llevan móviles. No todo está perdido.
1 Comment
[…] Mejor dirección novel: Daniel Guzmán, por A cambio de nada. […]