(UNA GRAN PELÍCULA DE AVENTURAS) Desde los últimos años del siglo XX, unos cuantos directores y productores han intentado llevar a buen puerto un proyecto que parecía que estaba maldito. Diferentes realizadores, entre los que se contaba con directores de la talla de Juanma Bajo Ulloa, han intentado la traslación a la gran pantalla de uno de los héroes de tebeo más importantes de nuestro país. Problemas con el presupuesto, desavenencias con el estilo del guión y desacuerdos entre directores y productores impedían que una película, más esperable que la versión cinematográfica de Superlópez o 13, Rue del Percebe, pudiera ver la luz. Y por fin, el 7 de octubre de 2011, Capitán Trueno y el Santo Grial se estrenó en una gran cantidad de salas de todo el territorio nacional de la mano de su director, Antonio Hernández, y de su productor y guionista, Pau Vergara. Aún así, yo tuve la mala fortuna de no poder disfrutarla hasta algo más de un año más tarde de su estreno. La espera valió la pena.
Los primeros minutos de la película nos dejan ver que el acabado, con cierto parecido estético a la Trilogía del señor de los Anillos e incluso con toques de Juego de Tronos, nos va a llevar a visitar lugares nunca vistos en los anales de la cinematografía vernácula. Una impecable factura que se acopla perfectamente a una narración fluida, a unos actores más que creíbles y a una música acompasada, alusiva, rítmica, nada estridente y perfectamente encajada. Una historia tan cautivadora como La Princesa Prometida, aunque mucho más dinámica y con más recursos artísticos, y con unas escenas de lucha que recuerdan a películas míticas como Robin de los bosques, de Michael Curtiz, Los duelistas, primera película de Ridley Scott, o Scaramouche, esa joya interpretada por Stewart Granger.
La extraordinaria sinopsis es la siguiente: Durante la II Cruzada, el Capitán Trueno y un ejército de cientos de miles de cristianos —brutal escena la de la explanada donde están aguardando las hordas del ejército que dirige el capitán— tienen que invadir una fortaleza musulmana para rescatar a sus compañeros cruzados encerrados en las mazmorras. En una de las celdas, Trueno encuentra a un anciano que atesora debajo de unas piedras nada más y nada menos que el Santo Grial, y que (aunque no lo cuentan) ha debido de pasar escondido en el recto y tenerlo oculto durante décadas en el pequeño calabozo. Pues bien, el anciano le encarga al Capitán que cuide de la reliquia y que se la entregue a los caballeros custodios. Asimismo, Trueno, sus inseparables amigos Goliath y Crispín, y un pequeño reducto de soldados expertos en el manejo de todo tipo de armas serán los encargados de llevar a España a una princesa Vikinga; y de paso proteger el Cáliz. Al llegar a tierras españolas se encontrarán también con la involuntaria tarea de hacer frente a un malvado señor feudal que tiene estremecida a una pequeña comunidad de campesinos, un claro homenaje a Los siete samuráis, de Akira Kurosawa.
Un argumento dividido en tres tramas que están trenzadas perfectamente hilando la historia. Por un lado tienen que proteger a la princesa, por otro lado deben llevar el Santo Grial a los caballeros custodios y por otro proteger a la población de un villano y sus “diablos” negros. Aunque, obviamente, también hay espacio para increíbles historias de amor que ayudan a relajar las intensas, y algo gore, escenas de lucha; entre las que destaca el affaire de Crispín con una campesina del Bajo Aragón: un romance justificado, sin excesos, colmado de tensión erótica y que ayuda a comprender la inclinación sexual del personaje, ya que su nombre y su pelo oxigenado podría llevar a malos entendidos.
Además de todo esto, durante las casi dos horas de dinámico metraje, hay varios giros argumentales e insertos narrativos que sufragan el devenir del relato. La película utiliza el anacronismo como recurso y no como fallo del guión, como muchos insinúan: que aparezca un globo aerostático, inventado bastantes siglos más tarde, o que tenga un espacio Ricardo Corazón de León, que no había nacido todavía en las Segundas Cruzadas, no hace más remarcar el carácter intemporal del héroe; pues son dos elementos que sí aparecen en el cómic y nadie dice nada. Que la porra de Goliath se aprecie claramente como de cartón piedra chusquero-carnavalera es también un agasajo a favor del tebeo. Que la princesa Vikinga tenga acento ucraniano es un genial recurso actoral que fortalece la declamación. Que el personaje de Goliath esté interpretado por el lanzador de peso Manuel Martínez limita un poco su actuación pero ahorra en atrezzo, pues podía lanzar toneles y piedras gigantes reales. Cuando se bombardea a los malos desde el globo dejando caer bolas de fuego y los buenos se protegen con mantas mágicas, o el rayo que lanza el mismo demonio durante la ceremonia final, son clarísimos homenajes al cine Troma y a la serie B. Incluso que, en gran parte del film, no sepamos en cuál de todas las tramas nos encontramos no hace más que enfatizar el trabajo de los actores restándole importancia al escenario, amén del carácter universal del héroe y su dedicación a liberar a los oprimidos; pues no importa dónde ocurra o por qué, no importa si el malo sobreactúa o sus secuaces sean inmortales diablos negros con caretas de papel de plata, no importa que un monstruo con forma de lombriz gigante (clara referencia a la película Temblores) salga de un pozo porque necesita el Santo Grial (que para algo lo querrá). Nada de todo eso importa porque el Capitán Trueno estará allí, sin afectarle el entorno o la identidad de las atemorizadas víctimas, para salvaguardar la justicia.
En conclusión, Capitán Trueno y el Santo Grial es cine necesario. Una película directa al corazón; que da que pensar, incluso semanas después de haberla contemplado; con arriesgadas y poco comprendidas pinceladas experimentales, e interpretada desde el estómago y el método. Una película con tantas referencias a grandes historias de la filmografía universal que la convierten en una gran clase de cine. Cine de obligado visionado, que busca masas pero que también contentará al cinéfilo de festival o al amante del cine independiente. Una película que, esperemos, tenga tantas o más secuelas que toda la saga de James Bond.
P.d.: ¡LOS COJONES!
3 Comments
Efectivamente:
Viendo en estas fotos el estado del Santo Grial cuando lo encuentra El Capitán Trueno, tengo claro que el anciano lo guardó en su culo durante décadas.
Y viendo el resultado final, tengo claro que la película salió del mismo sitio que el Grial.
De Mahoma…
Pues a mi la imagen de la cabalgada crepuscular por la playa me parece un claro homenaje de El Cid, de Anthony Mann, con Charlton Heston cabalgando por El Perellonet (de verdad de la buena). Mítico.