Quizá una mujer tan hecha a sí misma y con tanto control y poder sobre cualquiera de sus esferas, ya sea familiar o laboral, necesite algo de sumisión como escapatoria a la monotonía. Ahí, aunque no del todo original, tenemos un trazo interesante. Incluso el giro de roles, el poner a la figura femenina, con crisis de los 50 y en el despacho más grande, en contraposición a aquellas películas ochenteras y noventeras de maduro impúdico, añade un punto destacado a sus pretensiones. El problema reside en que estamos ante un thriller erótico que ni es thriller ni es erótico y con unos molestos personajes con los que no podemos empatizar salvo en momentos contados.
Lo que sí acierta la directora con la textura de imagen, no es atinado en la textura del significado. Estamos ante una relación extramatrimonial y puramente sexual como necesidad de liberación y, si bien, hay una secuencia precréditos que define al personaje principal de manera contundente, parece diluirse con el paso de los minutos al toparnos con una relación tan extraña como sonrojante.
No entiendo (aunque tampoco estoy para eso) que una película mucho más sugerente, mucho más articulada y, ante todo, mucho más política, como es Emmanuelle, de Audrey Diwan, fuera tan vapuleada y esta Babygirl, aunque con loable mensaje, parezca la nueva obra maestra de la lubricidad fílmica y el Me Too.
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