El intento, alcanzado en parte, de quitar la sensiblería típica de estas producciones no es suficiente para que Vivir el momento acabe de funcionar. Una historia de amor, con enfermedad al fondo y en primer plano, que se ve bien por su forzada inclinación a la autoría y por su dupla protagonista.
La forma de estructurar la narración, con idas y venidas temporales sin cartelas que lo corroboren, es interesante y está bien realizado. Y los tópicos melodramáticos, a la que tantas películas de este estilo se acogen, no asoman en casi ningún instante. Si bien es cierto que, para celebrar un acontecimiento, la pareja se va a la feria para que, por lo menos la persona encargada de la foto fija ofrezca bellas instantáneas y con poca profundidad de campo para que se pueda hacer el póster del filme.
Ahora en serio. Vivir el momento es una película inocua que sobreviene sin sorpresa alguna y que se sostiene gracias a Pugh y Garfield y a alguna secuencia atrapante como la del parto.
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