Como sucedió con El lobo de Wall Street, el público es tan voluble y dado a situarse a un lado u otro del espectro vital que puede que vean en The Apprentice una película sobre un villano en su forja, repleto de ética particular y búsqueda de crecimiento a cualquier precio (sin impuestos, eso sí), o, por el contrario, pueden descubrir una hagiografía de una figura en la que verse representado. Feo eso.
The Apprentice, dirigida por Ali Abbasi en un nuevo cambio de registro e incidente, narra la historia de un bisoño Donald Trump y su relación con el poderoso abogado y mentor Roy Cohn. Donnie boy accede a los círculos más degradados de la ambición impúdica con el designio palmario de mirar siempre hacia abajo; de ahí que no entremos en sus inclinaciones políticas sino en su propósito incesante de construir rascacielos. Un antihéroe que no lo fue, ni lo es, porque la sociedad lo hizo así, sino que se gestó para ser villano.
En la película, sin sátira ni hipérbole, se aprecia un Trump obsceno, misógino, racista, homófobo, prorruso e incapaz de admitir la derrota. Calificativos que ya definen cualquiera de sus últimas apariciones y que, sin embargo, no han servido para nada en las últimas elecciones. Ese puede ser un pequeño inconveniente en la memorabilidad de The Apprentice —la falta de situaciones desconocidas para el espectador—, pero se suplen por un montaje, una puesta en escena, unas actuaciones, una banda sonora y una textura que entran perfectamente.
No Comment