El exotismo de Dream Scenario es algo pasmoso debido a que tiene todo lo que se le pide a una labor que pretende lanzarse al primer mundo fílmico: un director interesante e intenso, de incidencia autoral y de búsqueda del conflicto más punk, y un actor que se mueve entre la rareza y la concurrencia y que siempre es el elemento principal de los carteles que protagoniza. Películas como la que surgen de dichos universos suelen hacer algo más de ruido, en toda clase de público, y tener alguna sala más para ampararse. En serio. Menos mal que me dejé caer por el cine la primera semana de su presentación en sociedad, porque en esta segunda la cosa anda regular y sin opción de versión original. Carne de plataforma, tal vez.
El trazado argumental, tan Kaufman y tan Borgli, es para, por lo menos, sentir curiosidad. Dream Scenario convierte los espejismos en redes sociales mediante un profesor soso y gris como la comida de un hospital que, de repente, empieza a aparecer en lo sueños de millones de personas. Al principio como una especie de Freddy Krueger que mata de aburrimiento (el director se adelanta a todos los que vamos a hacer esta equivalencia) y, después, la cosa se lía. Mientras los minutos pasan, de manera muy entretenida y bien dialogada, empiezas a pensar en metáforas e intenciones del realizador. Y, supongo, que todas tienen cabida.
Una decisión final, algo extraña, que quizá por mi poca modernidad no me acabó de convencer, es lo único a lo que puedo ponerle una tacha. Sin embargo, la película funciona, es diferente a lo que se suele ofertar, tiene a un Nicolas Cage entregadísimo y con tantas aristas en su historia como para elegir una y disfrutarla de manera parcial. Vistos todos sus largos (dos), ya siento inquietud por la próxima excentricidad del tal Kristoffer Borgli. Ale pues.
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