Una película de amor sin besos. De músicos que no quieren ser estrellas, sino músicos. De las que miran a cámara con los ojos cerrados. De las que enseñan las costuras de la música y del cine. La estrella azul es la emocionante historia de Mauricio Aznar, un rockero que, tras una mala racha, se fue a la Argentina que no aparece en los folletos de viajes a buscar una voz diferente. Mauricio la encontró. Y el director de esta conmovedora odisea biográfica, también.
Divertida, trágica, honesta y muy de verdad. Así es la ópera prima de Javier Macipe. Un ejercicio de búsqueda fílmica difícil de hacer y difícil de encontrar. Con texturas y hechuras de documental, diferenciando en sus formas y en sus diálogos lo rodado en Santiago del Estero y lo rodado en Zaragoza, La estrella azul camina, sin gritar, buscando audiencia. Pepe Lorente, intérprete principal y paisano del músico que personifica, se luce sin pretenderlo, porque no se trata de imitar, sino de simbolizar, de homenajear y de sentir.
La primera estrofa de Apuesta por el rock and roll, conocida y noventera canción popularizada por Héroes del Silencio resume intenciones de realización: “Ya no puedo darte el corazón. Iré donde quieran mis botas. Y si quieres que te diga qué hay que hacer. Te diré que apuestes por mi derrota”. Porque la letra no es de Bunbury, sino de Mauricio. Y el mismo Enrique lo deja patente en el contestador del verdadero héroe. En La estrella azul hay mucho de real y mucho de imaginado. Como en la vida.
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