Me gustaría que en el entrecomillado de los carteles aparecieran citas como “desagradable como vomitar con el estómago vacío” o “incómoda, desenfocada y aturdidora”. Observaciones o, incluso, advertencias a Los colonos que, no por ásperas, dejan de ser ciertas y, no por perturbadoras, dejan de hacer referencia a una de las mejores películas del año.
Sí. Hay que vender. Pero avisemos al espectador de que no se trata de una película fácil ni evasiva. Que repetir constantemente la palabra “western” no los lleve sólo a Ford sino también a Herzog. Preparémoslo para enfrentarse a una demoledora y oscura experiencia de indios y pastores.
Los colonos es la primera película de Felipe Gálvez Haberle. Una película que me recordó, durante su visionado, a otro de los grandes filmes de esta temporada: Godland, de Hlynur Palmason. Por su formato, sus colores y su esfumado pictórico y, a su vez, por su temática sobre, la odisea, la colonización, el reparto de tierras y la religión. Lo que en el islandés es inclemente páramo boreal, el realizador chileno lo transforma en unas potentes panorámicas australes de paisaje cambiante y masculinidad virulenta.
Según Gálvez, la historia de finales del XIX y principios del XX en su país comparece enormemente lejana e inexplorada para el público. Lo que sí está consiguiendo la memoria histórica y fímica con su pasado más reciente, con películas como El Conde, de Larraín, sin ir más lejos, necesitaba de más ficción para acrecentar la denuncia y alcanzar un mayor impacto. El genocidio en contra del pueblo selknam y el interés por sus tierras, por parte de grandes compañías ganaderas, es el punto de partida, meollo y conclusión de Los colonos. Una historia fijada, en el ejercicio que nos atañe, por un terrateniente que manda a tres subalternos a establecer los límites de sus dominios y, de paso, a demostrarle a los indígenas que ahí está prohibido consumir tiempo y alimento. Una historia en dos bloques que parte de lo particular para llegar a lo general. Una historia, necesaria de ser contemplada, modelada en una excelente función.
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