Hace más de 10 años que un tribunal iraní le prohibió a Jafar Panahi abandonar el país, escribir guiones y hacer películas. Y hace más de 10 años que Jafar Panahi no abandona el país, no escribe guiones y no hace películas. Quizá hay que buscarle un nuevo nombre a lo que confecciona el osado realizador. Es tan vital su necesidad de mostrar la existencia cruda y circundante de un país que sigue lapidando a sus insurrectos compatriotas, que, sin salir de sus fronteras, demuestra que se puede narrar el costumbrismo arcaico de una sociedad que precisa coger aire.
En esta sensacional no-película, extraordinaria por su franca manufactura y, ante todo, por su temeridad argumental, Panahi se exhibe como irradiación de sí mismo en una doble historia en la que parece sentirse culpable de ambos desenlaces. En Los osos no existen, el director se ha retirado a una localidad traspapelada, cerca de la frontera de irán con Turquía, desde la que dirige, online, una película documental sobre dos personajes que intentan abandonar el país. La historia ‘ficticia’ se entrelaza con los acontecimientos de su nueva ubicación: una disputa entre el amor real y el concertado.
Los osos no existen. Los osos son el miedo inculcado por años de superstición y tradición mal procesada: tradición que no avanza, tradición que ni los mismos que la profesan acaban de creérsela. Solo la cumplen para que todo siga igual. Y eso es lo que no quiere Panahi. Él quiere que las cosas cambien, y lo hace sin hacer películas (porque no se lo permiten). Lo hace mostrándonos, desde su interior, la más dolorosa de las realidades. Lo hace jugándosela en cada secuencia, en cada plano, en cada mirada.
Hay incluso humor en Los osos no existen. Sin embargo, comparada con sus anteriores obras, parece que su mirada se desplome a ratos, sabedor de que, pocas semanas después del no-rodaje, iba a entrar de nuevo en prisión. Sólo espero que el plano final (sin spoilers), en el que se ve a Panahi echando el freno de mano, no sea premonitorio. No por favor. Porque no estarás haciendo películas, pero lo que es seguro es que sí estás haciendo cine. Cine del bueno. Cine que duele. Cine enorme. Cine de verdad.
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