Con un doblete en Sundance, el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, seis nominaciones a los Oscar, todas las Asociaciones de Críticos y todos los Sindicatos de Directores, Actores y Productores estadounidenses embistiéndola a laureles y, ya en Europa, de vacío en la Seminci, Minari. Historia de mi familia precisaba un visionado.
No es argumento poco atendido el de Lee Isaac Chung, pues se trata, como tuiteó Lulu Wang, directora de The Farewell, tras su premio en los Globos de Oro, de “la película más estadounidense de la temporada”. Las dificultades culturales de los recién aterrizados en territorio americano y su apremio por adaptarse a tierra desacostrumbrada —que diría Jumpha Lahiri— son en Minari manejados sin exhibición sobrada y con una candidez y una sensibilidad dignas de alusión.
Emotivo relato sobre una familia de origen coreano que pretende establecerse en Arkansas y abrir una granja de productos coreanos ante la masiva llegada de compatriotas. Los recuerdos del cineasta, desentrañados en el papel del pequeño de la familia y en sus afectadas afrentas con la recién llegada abuela; el esfuerzo del matrimonio por congeniar ante un futuro decidido unilateralmente por el padre de familia y una hermana a la que se le da poca importancia es lo que podemos ver en la película del momento. Pocos personajes y ningún melodrama para una bonita (esa es la palabra) película que esquiva los dramas ampulosos y que, sin embargo, está algo lejos de las obras con las que parece compararse. Aun así, su efectiva narración, su exquisita fotografía y sus diálogos nada impostados la convierten en un ejercicio más que digno y con secuencias impagables. Es interesante, además, darse cuenta de que la historia tuvo un buen final; pues acabó convirtiéndose en película.
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