Nunca llegan a hacer el amor. Si fragmentamos la película de Sam Levinson en actos, estos vienen claramente marcados por las discusiones de la pareja. El momento valle, ante tanto soliloquio sin respuesta, son los fallidos intentos por zanjar la situación follando. Un bálsamo para las cuerdas vocales que, en realidad, no llega a cuajar. Aunque parece que el erotismo marca la cinta a nivel ambiental, son las reprensiones el auténtico concepto de Malcolm & Marie. Broncas que tienen claro el destinatario, pero que se amplían como querella pasional de las relaciones tóxicas, del cine fuera de la mera elaboración, de las vivencias como inspiración, de la crítica como terapia y de los macarrones con queso precocinados.
Malcolm está eufórico tras el estreno de su película. La crítica ha ensalzado su obra y el público está satisfecho. Marie no parece compartir la alegría de su pareja. Resulta que Malcolm no la ha nombrado en los agradecimientos cuando se ha dirigido a los asistentes, a pesar de que este ha citado hasta al jardinero de su madre. Un punto gatillo que sirve para disparar las tensiones acumuladas; un conflicto interesante que, al estilo de Fuerza mayor, se transforma en avalancha de acusaciones.
Cierto es que la ópera prima de Mike Nichols o el cine de Cassavetes se pasean entre la escala de grises de Malcolm & Marie; sin embargo, la película de Levinson Jr. busca una afinidad menos sofisticada en sus diálogos y más afectada en su formalismo. Tiene muy claro cuál es su público objetivo y quiere gustar: su artificial pero efectiva fotografía, sus intérpretes reconocidos, su texto calculado y la plataforma de lanzamiento utilizada son ejemplo de ello. Es obvio que no es una película fácil, pero si se entra en ella se pueden encontrar grandes secuencias y a una actriz sensacional; o, por lo menos, quedará la curiosidad de saber si, en algún momento, acabarán haciendo el amor.
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