Es viernes. Julio llega a casa tras dar clases de piano en el conservatorio y solo tiene ganas de no hacer nada. De estar con su mujer Ana. De ignorarse tras 15 años de amor descendente. Pero Ana, más social que su marido, ha decidido invitar a cenar a los ruidosos vecinos de arriba: una pareja sexualmente muy activa y que, podría decirse, son su antítesis. Con esa pequeña ruta, Cesc Gay tiene armada su propia ¿Quién teme a Virginia Woolf? Una película, basada también en una obra teatral, que finaliza con dobles parejas que se van a la cama. Cada una por su camino. Cada una a lo suyo. Aunque, eso sí, lo importante está en el contorno.
Con muchísima menos carga de profundidad que el libreto de Edward Albee, Cesc Gay se las apaña para hacer pasar un buen rato al espectador. Versado en afinar diálogos, bien orbitados sobre su conflicto, el director catalán consigue que sus personajes se definan a los pocos minutos de entrar en escena y apunta al sexo como determinación, como medidor, como requisito e, incluso, como elemento socializador. Poco más que decir sobre un filme como Sentimental. Un ejercicio, de escasos 80 minutos, asentado en el texto y en cuatro actores fenomenales, entre los que destaca el de siempre: Javier Cámara.
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