Venganzas y redenciones oscilantes, de claros tintes coreanos, en la última película de Paco Plaza. Partiendo de un guion de Juan Galiñanes y Jorge Guerricaechevarría, el cineasta valenciano tira de oficio para proponer y disponer un thriller de intensidad; un largometraje que prende desde la planificación y la interpretación, pero al que no le podemos impugnar dudas éticas debido a un exceso de información.
El villano que abusa del diálogo para aclarar sus motivos no es siempre necesario; al igual que la poética superpuesta de trazo grueso. Un hombre moribundo y un bebé a punto de nacer, junto con esa letra de Julio Iglesias que dice “unos que nacen, otros morirán. Unos que ríen, otros llorarán”, convierten al espectador en un simple asistente pasivo de un espectáculo que, eso sí, es intenso. Al César lo que es del César: el ímpetu narrativo, las grafías fílmicas, unos silencios engrandecidos por Luis Tosar y unos arreglos de entuertos repletos de lugares comunes consiguen su propósito: Quien a hierro mata es muy entretenida. Y va de un hombre ejemplar que se tuerce al ingresar, en la residencia de ancianos en la que trabaja como enfermero, el narcotraficante mas conocido de la localidad con el que tiene alguna cuenta pendiente. Los hijos del narco tienen que “cuidar” del negocio mientras el enfermero tiene que “cuidar” de su padre. ¿Que si la recomiendo? Claro.
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