(EL SUEÑO AMERICANO) Y en lo que respecta a Extraños en el paraíso (Jim Jarmush, 1984), lo del sueño es literal. Porque muchos comentan que viendo está insólita película se han quedado extrañamente traspuestos. A todos los que aún no habéis visto este film de culto del cine independiente, sólo deciros que estéis tranquilos y le deis una pequeña oportunidad. He oído que hay gente que ha aguantado despierta viendo Sleep, aquel cortometraje de cinco horas y veintiún minutos que rodó Andy Warhol en el que se veía a un poeta y artista estadounidense durmiendo durante todo el dinámico metraje. Es más, esperaba ver la película de Warhol y ponerle el sugerente titular que he puesto a la de Jarmush, pero a esa sí que no le voy a dar la mínima oportunidad. En Extraños en el paraíso sí ocurren cosas, y lo que puede extraerse claramente es que ese sueño americano del que tanto se ha oído hablar no existe para todo el mundo.
Eva, una joven húngara que viaja a Estados Unidos, tiene que pasar unos días con su primo Willie en Nueva York antes de irse a Cleveland para vivir con su tía. Después de 10 extraños días donde la pareja de primos no hace absolutamente nada y la frialdad sentimental se expresa hasta en los muebles del minúsculo apartamento de Willie, Eva parte hacía Cleveland. Pasado un tiempo, Willie y su amigo Eddie deciden ir a ver a Eva a Cleveland y pasar unas pequeñas vacaciones (¿vacaciones de qué?). Una vez allí, y pasados unos pocos días, convencerán a Eva para que se marche con ellos a Florida.
Jarmush plantea los tres lugares donde transcurre la película —Nueva York, Cleveland y Florida— de forma muy parecida. El clima es lo único que diferencia el realizador en las tres ciudades, porque la frialdad de los espacios y la escasísima figuración nos hace pensar que no se han movido. En los diálogos y períodos que pasan en el coche, desplazándose de ciudad en ciudad, es donde se puede ver algo de libertad e ilusión en los tres protagonistas. El resto es simplemente esperar a que ocurra algo e intentar decodificar lo que los tres actores quieren comunicarnos; que para mí es bastante: la falta de ideales, el aislamiento social, el enamoramiento inexpresado o el desarraigo. Aunque lo positivo (a positivar) de está película es que cada uno puede sacar sus propias conclusiones.
Si bien la película se rodó en 18 días, solamente salían 3 actores y participó un equipo de 8 técnicos que también hacían de extras, la cifra que más me llama la atención son los 67 planos secuencia perfectamente planteados que conforman Extraños en el paraíso, todos ellos separados entre sí mediante cuadros en negro. Los personajes hacen su trabajo delante de la cámara y ésta nunca se acerca para que veamos un primer plano o un plano detalle. Al ver la película se pueden distinguir ciertas referencias al cine mudo, ala Nouvelle Vague o a la literatura de Bukowski; sin embargo, lo que más podemos distinguir es que estamos ante el preámbulo del mundo fílmico de Jarmush.
Algunos detalles interesantes de la película: Tom Dicillo, el director de Vivir rodando y Johnny Suede, es el director de fotografía e incluso tiene un cameo (el de la foto que arriba de este párrafo). La película ganó la prestigiosa Camera d’or del Festival de Cannes. Extraños en el paraíso está formada por tres partes, la primera de las cuales fue un cortometraje que Jarmush hizo años atrás y que tuvo cierto éxito. La música original está compuesta por uno de los protagonistas: John Lurie.
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