Clint Eastwood era el personaje principal de la última gran película de Clint Eastwood. Aunque dijo que ya no iba a aparecer en ningún film más, ha reculado para protagonizar su siguiente film: Mula. Clint hace de Earl Stone, un anciano a las puertas de las noventa añadas que decide hacer el mal para corregir sus males. Su futuro es rebatir su quiebra y mejorar la vida de su poco asistida familia y de su entorno. Para ello decide conducir para traficantes de un cártel mexicano llevando en su maletero unos bien pagados fardos.
Mula desdeña la exaltación patriótica de sus últimos trabajos para acercarse más a la crítica del sistema. Un guión, al estilo de los trabajos de Taylor Sheridan, se apoya en el contexto general para personalizar la situación. Las nuevas tecnologías y la falta de inquietudes de las nuevas generaciones envuelven prácticamente todas las secuencias y hasta justifican el peculiar empleo de Earl.
Bien por Clint. Por sus necesarias miradas a cámara que nos enseñan sus ojos de enorme cineasta y actor que siempre han estado ahí. A veces de simple narrador de capítulos recientes, a veces de genial director de personajes perdedores. Estos últimos ojos, los que dieron vida de celuloide a Butch Haynes, a Robert Kincaid, a Charlie ‘Bird’ Parker, a John Huston, a Maggie Fitzgerald, a Jimmy Markum y, sobre todo, a William Munny, son los que más favores me han hecho. A mí y al cine.
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