Al echarle un vistazo a la selecta carrera de Edward Lachman podemos sentir algo de vértigo. Aturdimiento por saber más sobre la persona del sombrero. La ínclita serie de cineastas para los que hizo las labores de director de fotografía da cuenta de su exigencia personal y profesional. A saber, y no están todos: Todd Haynes, Ulrich Seidl, Todd Solondz, Robert Altman, Steven Soderbergh, Paul Schrader, Sofia Coppola, Wim Wenders, Nicholas Ray y Werner Herzog. Y por si fuera poco, también codirigió, junto a Larry Clark, Ken Park, produjo y dirigió una serie de vídeos para Daft Punk y ayudó a ponerle imágenes a un vídeo de autoayuda donde Carmen Electra daba clases de striptease; interesante complemento a una obra premiada, extensa y, ante todo, muy reconocida.
Alexander Lemus, un joven realizador valenciano, tuvo la suerte de compartir loft neoyorkino con Lachman. No pregunten cómo. Una temporada viviendo en casa de uno de los mejores directores de fotografía del mundo da para pensar en cine y para ver el cine de otra forma. Acompañarle a ver la última película de Woody Allen, que recordemos es la primera que el cineasta rodaba en digital y con Don Vittorio Storaro a los mandos de la luz y del color, era una anécdota más para contar a sus nietos o, mejor aún, al público que quisiera escucharle. Alex se sentía en una nube y decidió hacer lo que mejor sabe: una película. Sin embargo, en esa pieza documental no se iba a hablar de Carol ni de las ópticas preferidas de Lachman ni de sus impresiones al salir de ver Café Society, ni siquiera nos iba a descubrir todo lo que ocurrió cuando conoció a Robert Altman o las sensaciones que sintió al tener que dotar de textura fílmica a los últimos días de Nicholas Ray. Por más que nos pudiera interesar, Alex tampoco iba a darnos pistas sobre las dos personas que se esconden tras las máscaras de Daft Punk ni de cómo fue el rodaje de Buscando a Susan desesperadamente ni, por desgracia, iba a relatarnos como Mónica Bellucci rechazó a Lachman o como Lachman rechazó a Charlize Theron. En serio. La película que Alex tenía pensada era mucho más intimista e interesante; Alex quería saber qué hacían todas esas cajas en el salón de Edward Lachman.
El resultado de aquella curiosidad es un buen y condensado cortometraje que cuenta un problema universal singularizado en un personaje, con un universo tan propio y amplio, que nos descubre cosas que la mayoría tenemos dentro: el miedo a tirar algo tan intangible como un recuerdo. Cinco minutos de metraje, que empaquetan años de vida, en el que todos nos sentiremos identificados. Es cine pero, a pesar de contar con un protagonista de la talla de Edward Lachman, no se va a hablar de cine. Se va a hablar de vida. Y de cajas.
Este domingo, dentro del festival de Cinema Jove, se estrena Life in boxes. Más información aquí: http://www.cinemajove.com/pelicula/life-in-boxes/
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