Un mediometraje de título eufónico; mejor dicho, una película de título eufónico: Dum Spiro Spero, acaba de entrar en mi pequeña lista de películas del año. Un testamento vital rodado en primera persona por un narrador sensacional que, una pena, es prácticamente un filme desconocido y sepultado en la desatención de su formato. Es el techo lo primero y último que ve cada día Pero Kvesic. En medio, existe una historia implacablemente distraída de libros, rutina y muerte.
Tiempo hacía que no salía de una sala con ganas de más, de mucho más. De saber más cosas de esa inercia compartida con una mujer, un hijo, una cuñada, el perro de la cuñada, un pez y otro perro que no responde al nombre de Babl porque está sordo.
Pero Kvesic es el director, guionista, cámara, actor y músico de Dum Spiro Spero (Mientras hay vida, hay esperanza), además de instructor de subsistencia y aliento. Un escritor, reconvertido en cronista audiovisual de su ciclo de máquina de oxígeno y dos cajetillas de tabaco diarios, que, esperemos, siga viviendo y sobreviviendo para contar historias tan redondas como la suya. La Cabina: Festival Internacional de Mediometrajes nos ha descubierto esta joya, ahora pidámosle a Netflix que la popularice. Por pedir.
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