Porque es una película inédita en nuestras salas, pero se puede ver fácilmente por otros medios, y no todos ilegales. Porque habla por correspondencia y con correspondencia sobre la amistad bien entendida. Porque a Max le pone la voz Philip Seymour Hoffman. Por su sinopsis: la larga amistad por carta entre un cuarentón judío y obeso de Nueva York y una niña australiana de ocho años que vive en Melbourne. Por su falta de contrato con el espectador infantil. Por su música. Por frases como: “Cuando yo era joven, me inventé un amigo invisible llamado Sr. Ravioli. Mi psiquiatra dice que ya no lo necesito, así que él sólo se sienta en la esquina y lee” o “Le pregunté a mi madre, cuando tenía 4 años, y me dijo que venían en huevos que ponían los rabinos. Si no eres judío, son puestos por las monjas católicas. Si eres ateo, son puestos por prostitutas sucias y solitarias. Así que de esa forma nacen los bebés en Estados Unidos”. Porque dura 88 minutos. Porque aunque no es animación animada, sí es muy poco aburrida. Porque lo que más abunda en el mundo es la imperfección. Porque los defectos no aceptados producen incomunicación y, sin embargo, en este filme son gran parte de su narración. Porque no es políticamente correcta. Porque es muy bonita. Porque me la recomendó Alberto.
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