(ABSTENERSE AMANTES DE AMELIE) Fue Alain Resnais, junto con Godard y Truffaut, uno de los principales exponentes de la Nouvelle Vague: la nueva ola del cine francés que nos mostró otra forma de enfrentarse a la fotografía y al montaje. Y ahora, a sus 90 años, este inclasificable director continúa sorprendiéndonos; aunque, en el caso de esta película, por su forma de enfrentarse a la narración. Las malas hierbas no es en absoluto una obra digerible desde el punto de vista racional, pero si desde la perspectiva de la libertad creativa y de la dirección. El montaje de la cinta es impecable. Toda clase de planos y movimientos de cámara, nada gratuitos, que nos dejan atrapados, no tanto por lo que estamos entendiendo, sino por lo que estamos viendo. Cien minutos de metraje intentando que llegue el momento donde todo tenga un sentido. Un momento que, quizá, no llegue nunca o que, quizá, esté todo el rato frente a nuestros ojos.
El impresionista cartel de Las malas hierbas hace de prólogo y advertencia a la película que podemos encontrarnos: una mirada diferente a la publicidad de un producto que no busca masas. La síntesis de este interesante delirio sería algo así: Georges encuentra una cartera roja que alguien ha desechado (previo desvalijo del efectivo) del bolso robado de Marguerite. Al mirar los documentos de identidad de la mujer con la intención de devolver el monedero, éste queda totalmente atrapado.
Después de leer algunas críticas personales en Filmaffinity he podido comprobar que para algunos esta película es una tomadura de pelo. Para mí no lo ha sido en absoluto. Aunque después del chocante final del film me quedé un rato digiriéndolo, lo que está claro es que el director no trata de engañar a nadie. Un paradójico narrador omnisciente que no recuerda algunos datos, las superposiciones de imágenes donde los personajes debaten con ellos mismos, el secreto que esconde el pasado del protagonista —uno de los miles de macguffins introducidos en la historia—, la edad de la mujer de George que quizá no nos cuadre mucho al descubrir que tienen nietos y la genial aparición de un policía extrañamente interesado en una simple cartera robada, son algunos de los datos que nos indican que el señor Resnais no trata de engañar a ningún espectador y, a su vez, trata de desorientarnos explícitamente a todos. Así que tened claro que a la conclusión de Las malas hierbas no descubriremos que ha sido el mayordomo con el candelabro en la biblioteca. Además, el director (y esto es lo que positivamos para esta película), nos ofrece un final hollywoodiense, con música al uso, antes de ofrecernos su final lógico a una película ilógica.
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