Anton Corbijn, un fotógrafo holandés y director de afamados vídeo musicales —Personal Jesus de Depeche Mode, entre ellos—, se pasó a lo de las imágenes en movimiento en 2007 con la película Control, aquel biopic sobre Ian Curtis. A los pocos años eligió a George “What else?” Clooney para hacerle aguardar en un bonito pueblo del Abruzzo italiano; El Americano se llamaba. Fue su siguiente filme la obra póstuma, Juegos del Hambre aparte, de Philip Seymour Hoffman: El hombre más buscado. Sabedor de la potencia estética del realizador, de su amor por la fotografía y de sus maneras de clasicista persuasivo, decidí que la relación entre el fotógrafo Dennis Stock y James Dean, era una propuesta que parecía hecha para Corbijn. Entonces la vi. Life, como la revista, como la vida.
Life habla de aprovechar instintos. Life habla de interpretación. Habla de cine. Habla de fotografía. El problema es que hay veces que hablan demasiado. La secuencia del tren en la que un joven James Dean (ironía, sí) le habla de la muerte de su madre al fotógrafo, se hace más larga que un trayecto entre Nueva York y Marion (Indiana). Sin embargo, las frases más lapidarias tienen una contundencia que bien pueden extraerse de las instantáneas que de aquella relación surgieron; y que se hicieron famosas en un número de la revista Life: Dean in Times Square acabó siendo icónica. Tanto Dean como Stock terminaron siendo altamente reconocidos tras esas fotografías. A positivar la parte más artística del filme y las ganas que te entran de ver las fotografías originales y Rebelde sin causa cuando acabas de ver la película.
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