Recuerdo un examen de literatura donde un compañero analizó una poesía y comentó que el escritor estaba, claramente, referenciando una bombilla. Al profesor le pareció un análisis más que interesante y un argumento convincente. El problema era que el poema se había escrito un par de centurias antes de que se inventara la bombilla. (A partir de aquí suena Bill Callahan de fondo). La juventud es un espécimen fílmico que no hay que entender sino interpretar. ¿De qué va? De dos amigos en un hotel-balneario de montaña: Fred es un músico retirado que, por muy prolífico que fue, siempre será recordado por su obra Simple songs. Mick es un director de cine que no se quiere retirar por culpa de Peter Pan o por culpa del indeseado estatismo.
¿De qué va? Yo interpreté melancolía, sexualidad arrinconada, belleza, complicidad, secretos inconscientes, expectación por el futuro. Y vi a Hitler, a Miss Universo, a Maradona y a Jane Fonda. Puede ser que, como le pasó a mi compañero de clase, Sorrentino no quisiera contarme lo que yo entendí. No importa. La película es estéticamente impecable y los actores están muy bien —a positivar a Paul Dano. ¡Ah! Y la juventud es ahora.
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