(ATRACTIVOS EXCESOS) Para evitar un metraje alargado con prólogo aclaratorio que nos ubique una serie de imágenes introductorias esclarecen que nos hallamos en un futuro post-apocalíptico y a continuación la voz en off del protagonista nos relata en la única escena de contemplación de todo el film que éste es un universo donde lo que prima la causa de conflictos y la moneda de cambio es el combustible y a partir de ahí Tom Hardy arranca el coche y ya no se detiene hasta que las luces del cine te reducen la taquicardia tras una persecución de ida y vuelta entre camiones coches y motos que te atruenan durante ciento veinte minutos sin descanso en un auténtico espectáculo pirotécnico que no frena ni para repostar una pequeña historia de amor un diálogo reflexivo o la escena cómica de turno Mad Max Furia en la carretera es entretenimiento puro y sin profundidad pocas veces visto y coreografiado con un detalle extremo y una fuerza que agota como un texto sin puntos ni comas pero que te asegura con creces el precio que pagas por la entrada y punto
Es George Miller el director de la película y el encargado de parte de las dos hojas y media de guión. El cineasta australiano, encargado también de la trilogía ochentera protagonizada por Mel Gibson, cerró la saga en 1985 con Más allá de la cúpula del trueno. El problema es que un individuo con unas inclinaciones brutales por el cine de acción, la velocidad y la destrucción ha pasado treinta años, a pesar de nominaciones y estatuillas, realizando un cine excesivamente blando y familiar, por no decir infantil: La navideña Las brujas de Eastwick, la lacrimógena El aceite de la vida, la entrañable Babe, el cerdito en la ciudad y la animadilla Happy Feet. Tres décadas tragándose sus instintos tenían que terminar por explotar; y a sus setenta y pocos años, ya ves tú, nos ha presentado lo que de verdad le gusta hacer. Y, visto lo visto, lo hace muy bien.
Ni voy a entrar en el tema de la sinopsis porque esta vez el argumento no es más que una excusa. La parte filosófico-sociológica es atropellada cada vez que asoma y las subtramas… las subtramas… no hay subtramas. La cámara está donde está y no tiene tiempo de flashbacks ni de cambiar de escenario. La cámara se mueve deprisa pero con un control total de la intensidad y del ritmo. No hay que esperar nada más. Como comentó el director en su premier en Cannes: “Concibo el cine de acción como música visual”. Nada más que aportar. Sobran las palabras; por mucho que haya escogido al gran Tom Hardy y a la convincente Charlize Theron.
Cine de acción en carretera sin asfaltar, venido de Oceanía, que como distracción y evasión pura no tiene comparación. Por lo menos para mí que no me prodigo en este estilo de películas.
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