(LOREAK) El lenguaje de las flores es el lenguaje de una intención. Las flores para pedir o las flores para despedir. Flores sin tarjeta. Flores en una curva. “Son sólo flores” es el baseline de una muy buena película, que se convertía en la primera rodada íntegramente en euskera que participaba en la sección oficial del festival. Loreak significa flores. Por un lado una mujer recibe flores de un desconocido todas las semanas. Por otro, un accidente mortal y más flores como homenaje. El anonimato es lo que une las dos historias. El anonimato y tres mujeres a las que un simple ramo les cambia la vida.
José María Goenaga y Jon Garaño dirigen con pulso firme (siempre he querido escribir esto) una historia mínima en su argumento pero grande en su desarrollo. Los realizadores, y escritores del guión, no gastan recursos en florituras y van directamente a lo que atañe. Aunque las flores sean sólo flores, Loreak es algo más: cine sin pretensiones, hecho con gusto y que no participaba para contentar al personal, ni mucho menos.
Además de las tres mujeres, auténticas protagonistas del film, aprovecho esta película para nombrar a su actor principal Josean Bengoetxea. Una de las figuras del festival, pues su persona y su personaje se pasearon por Loreak, Lasa y Zabala, Negociador y Los tontos y los estúpidos. Bien por Josean.
(LA VOZ EN OFF) La voz en off fluctuaba entre el lenguaje chileno incomprensible y un sonido que parecía salir de una película pirateada. Los asistentes a la sala fruncían el ceño y achinaban los ojos necesitados de concentración para no tener que leer los subtítulos en inglés. Además, al contrario que Loreak y su bien trabajada economía del diálogo, en la película de Cristián Jiménez se hablaba y mucho.
Después de un parto explícito, sangriento y, en mi parecer, gratuito, se nos cuenta un pedazo de vida de una mujer de 35 años, vegetariana, madre y recién separada. A su vez, el resto de familiares directos orbitan sobre la protagonista: una hermana totalmente opuesta, un padre que ha seguido su ejemplo matrimonial, un ex marido con el que comparte hijos y su madre. Esta última interpretada por la gran actriz Paulina García —también conocida como Gloria— que es la parte que me iluminó la narración y que me ayudó a aguantar y, sobre todo, a entender de una manera más vocalizada la película. Al salir de La voz en off pude entender que estábamos ante una obra de debate. O te gusta mucho o nos te gusta nada. A mí me dio un poco igual.
(LOVE IS STRANGE) ¿John Lithgow y Alfred Molina haciendo de pareja? Voy a verlo. El amor no tiene nada de extraño cuando ves la química que los dos actores desprenden en pantalla. Ni jaula de locas ni excesos ambientales. Dos personas que, después de 39 años de relación, y aprovechando que la aprobación del matrimonio homosexual pasaba por la gran manzana, deciden casarse. Ben y George se llaman. El problema es que George trabajaba enseñando música en una escuela católica y… pues eso, católica. Y lo que era una vida acomodada y privada se convierte en reparto. Tú a casa de unos y yo a casa de otros. Y lo que la ley ha unido que lo separe la iglesia. Y de “cuánto queremos a esta entrañable pareja” a “qué complicado es ser uno más en la familia”. Y la película pasa de amor a social. La tercera edad en conflicto, la convivencia doméstica, la homosexualidad, la tolerancia y el futuro incierto pasan a primer plano. Muy actual. Un producto amable y sin aspavientos que, he leído por ahí, que en Estados Unidos es de “contenido adulto” y que los menores de 17 años tienen que ir acompañados de un mayor de edad. El amor nada de extraño de Ben y George, repleto de respeto y ternura y con algún piquito esporádico, es algo que los niños tienen que tener controlado. Vaya por Dios. Nótese la ironía. Bonita película esta perla llegada de Sundance.
(AIRE LIBRE) Otra de parejas. Lucía y Manuel están preparando su inminente cambio de casa. Pero se mudan de manera física y sicológica. La cosa no funciona. “Pues basemos nuestra relación en el sexo” pero ni así. El problema que tiene este matrimonio aburrido de su relación es que nos lo contagian a ratos, demasiados. A las puertas del cine me di cuenta de que —cómo no— había dos clases de personas: las que no les había gustado la película y las que se habían sentido identificadas. Con eso está dicho todo.
(LA SAL DE LA TIERRA) Peliculón al canto. Premio Especial del Jurado en Cannes y Premio del Público en Donostia. Un documental sobre la vida y obra de Sebastião Salgado. Una excepcional fotografía del hombre de las fotografías. A modo de duelo, cámara de fotos y cinematográfica se desafían para narrarnos de manera soberbia lo que Salgado plasma en imágenes fijas. En pantalla grande vemos la evolución temática (siempre de calidad) de las instantáneas del maestro brasileño, así como de su situación personal en el momento de dispararlas. Imágenes atroces de guerras y hambrunas, imágenes impactantes sobre la precariedad laboral e hermosas imágenes sobre la naturaleza se positivan constantemente. Y detrás de la cámara que apunta al fotógrafo está Wenders. Genio y figura el de un realizador que se enfrenta a los documentales adaptándose al estilo de aquello que documenta. La sal de la tierra, Pina, Buena Vista Social Club o Relámpago sobre el agua son un ejemplo tal de respeto a lo narrado que asusta.
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