(ENTRETENIMIENTO ENTRE PARÉNTESIS) Elijah Wood (Regreso al Futuro 2, La tormenta de hielo, Olvídate de mí, El señor de los anillos) y Sasga Grey (Esclavas del sexo, Anal Artists, Grey’s Anatomy, House of sex and domination) juntos en la última película de Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes, Extraterrestre) de nombre Open windows. Le está pillando Frodo el tranquillo a hacer cine español (Grand Piano, Los crímenes de Oxford). Y dice que va a seguir haciéndolo mientras sus partenaires sigan siendo mujeres de la talla (las tallas) de la ex-actriz porno Sasha Grey o Leonord Watling (Mi vida sin mí, Hable con ella, Una pistola en cada mano) con la que, por cierto, perdió la virginidad en el celuloide (qué cabrón).
Nick Chambers (Elijah Wood) ha tenido la gran suerte de ganar una cena con la actriz Jill Goddard (Sasha Grey). Sin embargo, recibe una llamada de un tipo (Chord), que le informa de que la cena ha sido cancelada y le confiesa que es culpa de la caprichosita actriz. Chord, en compensación, y demostrando unas increíbles habilidades como hacker, le ofrece a Nick (Elijah Wood) el acceso para poder espiar a Jill (Sasha Grey) durante el resto de la noche.
No estamos (un poquito sí) ante un ejercicio de metacine (cine dentro del cine), sino ante la metapantalla (pantalla dentro de la pantalla). Hay visores para aburrir (quince ventanas en el ordenador, móviles, tablets, cámaras de vigilancia, etc.), y es ahí donde transcurre toda la trama. Un thriller que no te deja pestañear pero que (acabáramos) en su última parte practica el metadesenlace (desenlace dentro del desenlace). La confusión es importante, por lo menos para alguien que no entienda Akira (Katsuhiro Ôtomo) a la primera o, como yo, no tenga muy claro lo que es estar en Matrix. Qué pena no haber cerrado la cosa antes (20 minutos antes) o de forma más directa, porque me estaba gustando. Aún así, y sobre todo porque yo no entendí bien el final, Open windows tiene las formas y la pinta de que ciertos sectores cinéfilos pueden convertirla en película de culto.
Otro problema del entretenido (lo cortés no quita lo valiente) último film de Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, Cantabria, 6 de abril de 1977) es que empieza con Carlos Areces (Campamento Flipy, Balada triste de trompeta, Torrente 4, Los amantes pasajeros) y Raúl Cimas (Spanish Movie, Extraterrestre) en escena. Y, obvio, corres el riesgo de que la película, a partir de ahí, empiece a decaer.
A positivar que, por lo menos, el peliagudo guión no le dé bola a historias de amor, elipsis aclaratorias, llamadas a familiares para definir personajes, entradas en bares para discursos metafísicos y todas esas cosas superfluas que nos hubieran restado ritmo y hubieran frenado la intensa persecución por las calles de Austin (Texas).
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