(NO TUVE ERECCIÓN) Que no digo yo que comparar el sexo en cadena —en este caso en vagones— con la pesca con mosca no sea algo poético. Poco sutil, para ser Trier, lo de lanzar anzuelos a ver si pican, y acabar con la cesta llena de peces en el baño del ferrocarril. Poco sutil pero contundente; porque la escenita se las trae y está rodada de forma sensacional. No es porno. Las escenas explícitas en el cine supuestamente convencional están desde hace unos años (que no son pocos) bastante suscritas. Y sí. Puede ser reprochable la parte comercial de Nymphomaniac, que ha usado esa pesca con mosca, en cuyo anzuelo encontrábamos una sugerente cartelería y unas polémicas entrevistas, para llenar las salas de un público más amplio. Pero es Lars Von Trier, el jefe de todo esto, y sabemos que tiene sus seguidores acérrimos, sus fieles detractores y sus “a ver con qué nos sorprende esta vez”. Y “esta vez”, todos hemos picado.
Día 25 de diciembre. Entendí que Papá Noël me decía “hot, hot, hot”. Once de la noche. La sala con más público del habitual. Dos horas más tarde llegué a una conclusión: ¿erección? Ninguna. ¿Eso es malo? Para nada. La película, a pesar de sus elementales y básicas comparaciones, dispone de un ambiente y un ritmo que me gustó. A saber: de los ocho episodios de la película completa, en esta ocasión nos cuentan cinco (sin rimas, que no toca, que no lo ha hecho adrede). Un veterano de la vida encuentra a una chica en un callejón, supuestamente tras sufrir una paliza. La lleva a casa y, después de atenderla, se interesa por lo que ha ocurrido. Y ella le dice: “¿de verdad lo quieres saber?”. Y empieza su historia diciendo: “A los dos años descubrí mi coño”. Más claro no se puede empezar. Eso, más Rammstein atronando en los créditos y un fondo negro larguísimo antes de empezar, nos sitúan en un contexto de sugestión, interés e, incluso, de dominio. Él director es el Amo Lars. El manda. Yo me dejé subyugar. Fui con expectativas de bacanales catedralicias (“grandes como una catedral”, no penséis otras cosas). La película no tiene sólo eso. Es mucho más. Y por eso me gustó. En Nymphomanic, Volumen 2 creo que responderán también otras demandas.
La relación con su padre, un recuperado para la causa Christian Slater, el único tutor de su ajetreada vida; sus inicios jugando a la rana con una amiga en el cuarto de baño, la fascinante apuesta del tren, el saber si el amor puede curarlo todo y, sobre todo, la espectacular secuencia —sin nada de sexo— de Uma Thurman interpretando a una mujer despechada, hacen que Nymphomaniac sea mucho más que tres minutos de sexo explícito y mucho sexo implícito.
A positivar a Stacy Martin, que interpreta a la joven Gainsbourg desde su adolescencia. Genial e imponente descubrimiento.
P.d.: El debate de si el enamoramiento puede arreglar tanto deseo carnal es parecido al de Shame; es más, en la sala pensé que se podía juntar a Charlotte Gainsbourg y a Michael Fassbender para intentar compensar la soledad de ambos. Vaya pareja.
P.d. 2: Un pequeño diálogo, donde uno de los actores dice que no es antisemita sino antisionista, parece directamente dicho por el director, quizá disculpándose por aquellas declaraciones donde dijo que “entendía” a Hitler.
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