(LO HA VUELTO A HACER) No. La película no trata, extraña coincidencia temporal, de mi vida laboral. El título es una sinopsis. Ni amistades ni colores púrpuras ni Benhures ni Lincolns. 12 años de esclavitud es la mejor película sobre la esclavitud que han visto y sufrido mis pupilas y mi estómago. Después de admirar Hunger y Shame, esperaba intrigado la entrada hollywoodiense del señor McQueen. El trailer y el tema no me cuadraban en exceso. Pero su director sí, y mucho. Y lo ha vuelto a hacer.
Los pocos huecos que nos dejan para respirar en la película, extrañas catarsis de un director directo, son deudores de una historia real. Vuelve a colocar la cámara distante y dolorosa. Vuelve a extraer retazos del videoartista que fue: el viaje en barco hacía las plantaciones sureñas es tan espeluznante como cadencioso. Una vez llegados al nuevo mundo de Solomon Northup (nacido libre y negro), estaremos doce años viendo la sumisión interna y externa, contemplando el debate de lo admitido y de lo rebelde y sufriendo latigazos mentales. Personajes tan indefinibles como su primer amo, que es “bueno” por la extraña paradoja de cuidar a sus esclavos, y la secuencia del año, repleta de violencia y aceptación (me niego a desvelarla), son algunos ejemplos de como la cinematografía del genial realizador británico (nacido libre y negro) no es complaciente.
El casting al igual que el film es brutal. A los siempre eficientes Paul Dano y Paul Giamatti, se les une un protagonista rotundo: Chiwetel Ejiofor (con nombres así es mejor tener un blog que un programa de radio). Casi ningún actor de 12 años de esclavitud nos canta por soleares; y digo casi ninguno porque mis prejuicios hicieron que, cuando sale Brad Pitt, me volviera snob e intolerante; se me pasó enseguida. ¡Qué no! No me dejo a Fassbinder. Qué asco da su personaje y su contundencia al interpretarlo. La dupla McQueen – Fassbender está logrando que su trabajo se imponga a sus apellidos. Que sigan así. Que sigan haciendo peliculones como éste. Y que yo los vea.
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