(YA SE ACABA LO BUENO) Última jornada para A positivar. Por delante una oficial, una joya, una novedad, dos cervezas, tres pinchos y un autobús. Viajar a México para ver qué pasa en temporada baja. Acercarse a China para descubrir su sociedad en cuatro toques. Agitarse en Grecia ante una humanidad cambiante. Última parada: Valencia.
(CLUB SÁNDWICH) Llegar apurado a una sesión tan temprana es lo que tiene; que el patio de butacas estaba completo. Pues nada, haremos como los señores y buscaremos un palco para mirar a la película a la cara. Subo las escaleras del Teatro Victoria Eugenia, templo cinematográfico que estrenó mundialmente Vértigo de Alfred Hitchcock, y entro en uno de los aposentos más centrados. Pero como todo no podía ser tan bonito, un empleado me espeta amistosamente que en ese balcón no puedo dejar mis posaderas, que pase al de al lado. Y así lo hice. Lo que no esperaba, en absoluto, y menos a las nueve y cuarto de la mañana, es que el palquito dichoso estuviera reservado para un Psycho Kyller; por cierto, miembro del jurado de la sección oficial del 61 Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Otra cosa que no esperaba era que una película de escasos 80 minutos tuviera unos créditos que se me antojaron extensísimos (que no aburridos): Club Sándwich empieza con una versión de Where is My Mind?, de Pixies, interpretada de forma curiosa por un grupo llamada Los Shajatos. Acaban los créditos de entrada. Hotel. Interior. Día. El mexicano Fernando Eimbcke, director y guionista del film, se habrá iniciado en el dinámico mundo del videoclip, pero en su cine la cámara está perennemente estática y convierte sus planos fijos en ventanas en las que asomarnos. Y desde ésta vemos la historia de una madre y su hijo, solos en un insustancial resort, que dialogan sobre cremas solares, escuchan música en sus reproductores portátiles y debaten sobre el sándwich que van a pedir al servicio de habitaciones. Parece que, para muchos, la cosa fluyó de forma tediosa, pero yo estaba disfrutando de esa, en apariencia, insignificante película. Y por las risas que oía en el palco de al lado, el líder de los Talking Heads también lo hacía.
La joven madre disfruta de su hijo y de sus triviales pláticas. Se bañan en la piscina, toman el sol, miran la televisión y vuelven a bañarse en la piscina, vuelven a tomar el sol y vuelven a mirar la televisión. La vida sigue igual hasta que el conflicto hace su aparición en forma de jovencita llamada Jazmín. Y claro, el veranito, los bañadores y la edad de los primeros pelos empiezan a removerse. Los amores de verano son mucho más fáciles si estás en una isla desierta. Ahora la madre tiene que reconocer que su hijo ya no es solamente suyo, y sus consejos deben dejarse de cigüeñas y semillitas.
Club Sándwich fue una de las mayores sorpresas de todo el festival. Una película para ver, como yo, en ayunas. Esa madre, y su definición de los celos para con la pretendiente de su hijo, le hacían perfectamente valedora a la Concha de Plata. Papel que interpretaba la actriz Renée Prudencio. El estilo, la narración, la música, la interpretación, las hamacas de la piscina, los ventiladores del techo… todo, consiguió que saliera del cine feliz. Muy bonita Club Sándwich. Adiós señor Byrne, póngale buena nota a la película. Y me voy que necesito un poco de mal rollo.
(UN TOQUE DE VIOLENCIA) Qué sería del cine asiático sin los festivales y de los festivales sin el cine asiático. Mejor guión en el Festival de Cannes, Un toque de violencia es un film para desentrañar. Una película de episodios que progresa pesimista, dura y directa hacia la desesperanza. Uno: un minero, indignado con la corrupción y el caciquismo de su pueblo, decide pasar a la acción para convertir su rabia contenida en una película de Peckinpack. Dos: vuelve a casa por Navidad y se hace de regalo un arma y todo lo que ello conlleva. Tres: la recepcionista de una sauna está harta de que un cliente rico la acose y decide hacerle honor al título de la cinta. Cuatro: un joven trabajador que no encuentra empleo ni sitio busca salida a tanto importunismo.
Comentó el director de la película, Jia Zhang Ke, en rueda de prensa en el pasado Festival de Cannes que Un toque de violencia está basada en hechos reales, pues debido a la crisis de occidente que también afecta a China, “le inquietó observar cómo individuos normales reaccionaban de forma violenta y consideré que el cine debería hablar de ello”. Y así lo hizo. De forma visualmente poderosa. Contenida primero y explosiva después. Violencia —o pecado, que es lo que dice su título original— frente a la humillación, la ofensa, la desolación y la soledad.
(LUTON) Todo pasa y todo queda. Pero antes de pasar, queda una película. Desconocida totalmente y escondida en la sección de Nuevos Directores, decido ir a ver Luton, un film heleno, simplemente porque me llama la atención el huevo frito de su cartel. “Interesante” me digo. “Un huevo frito al que se le sale la yema ¿Qué querrá decir semejante metáfora? ¿O será una película de la sección Culinary Zinema que se les ha colado?”. No pasa nada, el último cine griego está de moda y vamos a darle chance. Además, los nuevos directores son el futuro y las películas proyectadas en esta sección no están teniendo la afluencia esperada. Empieza Luton. Son tres personajes de vidas poco cinematográficas. Tres vidas diferentes por edad, por status, por aficiones, por todo. Vaya planos largos, larguísimos, nos está lanzando el tal Konstantanos. El público se empieza a sentir algo incómodo. Aburrimiento. Pantallas de móviles. La gente tose. Y entonces, a pocos minutos del final, todo cambia. Los tres personajes se unen. Los planos se hacen ágiles, hay movimientos de cámara, hay acción, hay violencia, hay mensaje, hay denuncia. Pero ya es demasiado tarde. Hemos esperado demasiado y se nos han ido las ganas. Otro “toque de violencia”, pero agudamente envuelto en hastío, debate la sala entre algún aplauso, algunos silbidos y mucha indiferencia. Yo creo que me quedo en el grupo de los indiferentes. Pero esto es A Positivar y debo quedarme con algo. Me quedo con el cartel del huevo frito al que se le sale la yema. The end. A casa.
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