(¿AMORES DE PELÍCULA?) El genio neoyorquino es, junto a Groucho Marx, el rey de las frases de azucarillo. Sus películas están repletas de diálogos de los que extraer la sabiduría urbana hecha refrán. Citas que empiezan siendo un pequeño chiste verbal, pero que acaban asustándote por la realidad que encierran. Y llega Maridos y mujeres y preparas un esbozo de sonrisa a la espera de ese ágil y divertido diálogo. Pero la sonrisa nunca acaba de desarrollarse porque, esta vez, el señor Allen está siendo terrible y domésticamente implacable. Coloca una serie de personajes emparejados frente a su cámara para barajarlos y buscarles su verdadera identidad: la desorientación. Incluso llegas a adivinar en alguna secuencia retazos de la destructiva ¿Quién teme a Virginia Wolf? Al final, la única frase de azucarillo que te queda es una cláusula de uno de los personajes femeninos que sirve de esencia para toda la película: “Es la segunda ley de la termodinámica: tarde o temprano todo se acaba convirtiendo en una mierda”.
Quizá sea la película más oscura de todas las que ha rodado con la pareja como tema principal o, por lo menos, la más pesimista, directa y personal. El estreno de Maridos y mujeres coincidió con la separación del director de Mia Farrow; curiosamente una de las parejas de la película. Woody Allen se separó de Mia para emparejarse con la hija adoptiva de ambos, Soon-Yi, de 21 años; curiosamente el personaje de Woody se siente atraído por una de sus alumnas, interpretada por Juliette Lewis, de la misma edad que su hijastra en aquellos momentos y pareja en la actualidad.
Argumentando: Antes de salir a cenar, Jack y Sally les comunican a Gabe y Judy que van a separarse. La noticia de que una pareja, que para ellos era perfecta, se haya desmoronado hace que Gabe y Judy se planteen su propia relación. Woody Allen estira de esta historia para tocar con crudeza la parte de bajada de cualquier relación sentimental, y el futuro no está contemplado en ninguna parte del obsceno guión. Los flirteos de Gabe y Judy con otras personas y con sus propios miedos, y las nuevas relaciones de la expareja (Jack y Sally) sirven para extraer tantas situaciones que ningún espectador quedará a salvo de la risa nerviosa y la identificación.
Los llamados “amores de película” se convierten en manos de Allen en amores reales filmados de forma casi documental. El espectacular manejo de la cámara al hombro, la sustitución de sus ingeniosos diálogos por sesudos intercambios de palabras y las intercalaciones de entrevistas a los personajes en diversas partes del metraje —obviamente mirando a cámara y buscando la complicidad con el espectador—, subrayan ese carácter documentalista y cercano de Maridos y mujeres. Una auténtica tesis que debía de proyectarse en los cursillos prematrimoniales.
Resumiendo: No encontraremos las grandes frases de Woody Allen que nos ilustran en cada película. No hay diálogos con aseveraciones como “algunos matrimonio acaban bien, otros duran toda la vida” o “El sexo alivia la tensión y el amor la aumenta”, pero su fondo estará presente en todo momento.
A positivar el magnífico guión, nominado al Oscar, de Maridos y Mujeres, escrito por Woody “Alien”. Pues no es humano que cada año, desde hace prácticamente cuarenta, alguien sea capaz de regalarnos tantas geniales películas.
2 Comments
Peliculón. Tengo que volver a verla, la vi hace tantos años que entonces eso del matrimonio era ciencia-ficción.
Por cierto, este fin de semana reprimí el impulso de dejar un comentario en tu crítica de ‘A Roma con amor’. Baste decir que, después de verla, ‘Vicky Cristina Barcelona’ me parece mucho mejor (como película y como guía de Lonely Planet).
😉
De los mejores guiones de Woody Allen. Y sí. Yo también la vi hace casi 20 años y ahora se ve muy diferente. Te llega más. Ya verás.
Y lo de «A Roma con amor» es una obra muy menor, es cierto. Pero si no positivo a este hombre, me remordería la conciencia.